4 mar 2010

La cuadratura del circulo


De la increíble variedad de posibles acontecimientos que pueden suceder cada día, de los cuales planificamos o prevemos solo unos pocos, entre ellos, el menos probable está el que en realidad si sepamos todo lo que pasará. Que ocurra que todo ocurra, y aun así lo sepamos. Una lógica alejada de la fantasía nos obligaría a descartar esta opción de nuestra agenda. Decidir de primera mano que ésto es imposible. Al fin y al cabo la experiencia nos ha dicho que no. La ciencia nos ha dicho que no. Todo nos dice que no. ¿Todo dice que no? De qué podemos fiarnos que sea más cierto y recomendable, qué opinión puede reglar la verdad. Si una tercera parte de nuestra vida la pasamos durmiendo, ¿no es esta una buena parte de nuestra existencia? Qué tienen de real o irreal, entonces los sueños. ¿Porqué su punto de vista es menos valido?

Y quizás volver atrás en el tiempo para enmendar los errores se quedaría para nuestro subconsciente, tan nuestro como la piel y los dedos que, a veces dirigidos, a veces por voluntad, acarician con torpeza la inteligencia y la razón. ¿Se escribe lo que se piensa o se piensa al escribir? En mi caso ambos me llevan a divagar sobre lo imposible, sobre lo ocurrido. Los errores que te persiguen hasta que tienes mejores recuerdos con los que poblar los sueños. Incluso a unir los acontecimientos, sueltos y dispares, por una madeja de casualidades tan densa, compleja y utópica como desalentadoramente falsa.

Si cada día fuera siempre el mismo que el anterior, si las normas del paso del tiempo no estuvieran para nosotros, si el miedo a las consecuencias desapareciera por la imposibilidad de que realmente ocurran, si no tuviéramos nunca la duda de "Y si hubiera...", si tuviéramos la eternidad reducida a un solo punto o lugar (que más da). Si todo eso ocurriera y nos encontráramos a distancias iguales a un Dios y a la locura, y el miedo a lo imprevisto estuviera ya planificado, quizás entonces la eternidad podría reducirse a un suspiro y el amor de una noche ser interminable. Podríamos entonces ver bajo nuestros pies lo eterno, yendo de salto en salto por lo efímero y seguir este camino con la vista al frente hacia lo indescriptible.

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