4 mar 2010

El caminante por el mar de niebla


A veces me sorprende en el cine o en la literatura, como se logra desarrollar las ideas sin escupirlas atropelladamente. Lograr en el tiempo exacto y la cantidad necesaria exponer paso a paso lo que se quiere expresar. Porque hay tanto que decir, tantas melodías que escuchar que últimamente, pensando que estaba descansando, en realidad me hundía en la nada. El reducirme a poco más que un observador de mi propia vida, dejándome arrastrar por los acontecimientos. Y en caso de participar, generalmente equivocándome. ¿Ha sido ese el motivo de que no escribiera durante este tiempo? Quizás el recuerdo de los meses de invierno que, estúpidamente, pretendo olvidar, me lleva a oponerme a ellos. O dejarlos pasar. No sé de donde viene esta desidia, si yo mismo soy incapaz de controlarla.

El día, la noche, no tienen ningún sentido para mí. El sueño se ha convertido en un incómodo compañero. El calendario, una tortura. El paso del tiempo cose mi cerebro al tic tac del reloj, y con cada movimiento del minutero aumenta la tensión. ¿Cuándo seguir el instinto, el placer, el permitirme ser se convirtió en esto? ¿Qué demonios es, la conciencia?.Suficiente tengo conmigo mismo para que mi subconsciente me torture. O me indique

No sea donde quiero llegar a parar. Ni con este texto, ni con los días que se avecinan. Puede que sean un reflejo el uno del otro, pero según dicen, el primer paso es admitirlo. Quizás porque he podido creer siempre a donde iba, o no importarme mucho, sabiendo siempre donde estaba. Cuando ambas han fallado y los días corren delante de mi, acelero.! Encuentra de nuevo aquello que, de solo pensarlo te recorre la espalda y congela el cerebro de un escalofrío. Escribir, pensar, ¿no son ambas una misma y única cosa, hijas gemelas de la inteligencia?

Las posibilidades en este mundo son infinitas, pero encontrar el viento que nos guie es complicado, sino imposible. Dejarse llevar implica un riesgo, que algunos saben llevar, y otros nos hundimos en él. Marcarse metas puede a veces resultar absurdo, y un término medio quizás es imposible. No lo se, no se nada. Pero cuando me paro a pensarlo, me siento mejor, la noche es más noche, y el día tiene todas sus horas. Escribo y el sonido de las teclas es tan real como su tacto, como lo soy yo. Y yo soy algo más que pura carne en reposo pegándose por el calor en el sofá. La ciudad, la vida concentrada, se encuentran bajo mis pies. Y quizás me atropelle la existencia, o mis propias ideas desordenadas y sin educación, pero al menos ya se lo que NO hacer.

Y es no hacer nada, claro

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