25 nov 2010

Incluso los gatos miran por la ventana

¿Reconoces ese momento cuando, sin saber por qué, sabes que te falta algo? Pues a mi me pasa. Hecho de menos al ratón. El ratón que durante dos meses ha sido nuestro digno ocupa, escapando a trampas, venenos y escobazos, ayer apareció muerto. Bueno, ni siquiera eso, aún respiraba cuando lo metimos en una bolsa. Creo que es la primera vez que mato algo más grande que una mosca y, ahora que estoy perdiendo el tiempo soberanamente en el salón, noto diferente la estancia sin estar alerta a que salga el pequeño invasor. Echo de menos a mi invasor, mi pequeño entretenimiento nocturno.

Y sí, he ido a Venecia, celebré mi cumpleaños en casa y mis vecinos, posibles exconvictos, ahora me odian...pero me apetece hablar del puñetero ratón. La primera vez que lo ví me sorprendió. Con mi sorpresa él se espantó y volvió a esconderse debajo de la cocina. Con el tiempo sus hábitos se volvieron más raros. O bien aparecia cuando yo me iba, o bien se recorría el salón sin importarle un pepino que yo estuviera ahi. ¿Era el mismo o tiene a sus parientes alojados también en los entresijos de la cocina? ¿Hemos dejado a ratones huérfanos o sin herencia? ¿Era nuestro ratón un llanero solitario? Sea como sea, era mi (o nuestro) ratón y ahora está muerto. Era lo que había que hacer, es antihigiénico y realmente no invita a las visitas, pero siento con respeto su muerte.

¿Sobreactuando por un animal de lo más común? Bueno, sí. Un animal muerto es un animal muerto al fin y al cabo. Y este casi casi era una mascota. Podría darle mil vueltas al asunto, buscarle la poesía a la muerte del ratón. Podría dignificarlo tanto que llegue al ridículo. Sin embargo la imágen del animalillo muerto me recordó a un momento en Berlín y por eso para mí es importante. Era nuestro último día haciendo el guiri en la ciudad. Intentábamos llegar a la National Gallery, pero por el camino nos colamos en un patio en el que no sabíamos qué había. Era un sitio agradable, con un par de árboles, una estatua y uno de esos silencios ruidosos que te indican que alguien vive ahi. Literalmente lo vimos caer. No sabíamos cual era la historia del gorrión, ni porqué había llegado ahí ante nosotros. No podíamos hacer nada por él. Lo dejamos respirando en el suelo. No sabía si dibujarlo, fotografiarlo o grabarlo en mi memoria.

La historia del ratón me ha recordado la historia de Berlín. Y ambas historias me recuerdan a esta tira de calvin & hobbes que lei una vez y me hizo temblar. Y aún me hace temblar.