4 mar 2010

Autohistoria autoconclusiva


Hace tiempo que me convencí de que la inspiración hay que buscarla. Si tienes suerte, ella te va buscando con cierta frecuencia si la entrenas. O si la ubicas. Esto es, el asiento 100 de la biblioteca pública, el escritorio de tus padres, la cafetería de la esquina, el parque, el bar de siempre o, como no, el cuarto de baño. Los hay que sólo estudian bajo presión, y los que sólo rinden cuando tienen el agua al cuello. Pues esa es mi situación aproximadamente.

Apenas unas horas después de que la tensión estuviera a punto de hacer explotar mis sesos y esparcirlos por el techo como una mala peli gore, me di cuenta que la sensación iba perdiendo intensidad. De un modo agradable en realidad, al principio, dejando mi cuerpo y mi mente libres y en reposo. Yo que nunca he disfrutado tomando el sol, deseé que ese instante caluroso me acompañara por siempre. Pero se me fue la mano. El globo se deshinchó tanto que el gas que suministraba el impulso vital se disipó por el ambiente. No sólo me costó estudiar, actualizar el blog, dibujar, hacer planes o cualquier cosa que antes, si no la hubiera hecho con gusto, la habría hecho con la celeridad que implica la necesidad. ¿Acaso me he acostumbrado al látigo? ¿O fue tal su azote que cuando paró me quedé inconsciente?

Era tan agradable vivir en un río de días sin sentido, sin olas violentas, sin luchas contra las fieras. La corriente era suave, el sol brillaba y la vida de perfecta era insulsa, tonta e inútil. Parece que me desagrade haber tenido vacaciones de verano, sin tener nada que hacer. Pero el hecho es que SÍ tenía, y tengo qué hacer. Pero no me preocupa dejarlo para los momentos finales; qué demonios, intenté ser responsable antes de tiempo pero me faltaba fuelle. Lo que me molesta es haber tirado los días. Quedarme en la mente, y en la punta de la lengua con el “Y si…”. Y si hubiera hecho todo lo que el año lectivo no me deja tiempo para hacer, explorado lo que no me deja explorar, vivido lo que no me permito vivir. Quizás no me preocuparían los exámenes. Al fin y al cabo, habría sido un verano rentable.

Pero creo que hay una frase Watterson (el que hizo Calvin y Hobbes, vamos) que lo resume bastante bien: There’s never enough time todo all the nothing you want. Y quizás echo de menos ese tiempo perdido, que cuando lo perdí lo disfrutaba. Y quizás nunca se aprovechará el tiempo perdido, sobre todo el tiempo perdido pensando entiempo perdido. Quizás me recrimino antes de tiempo para guardarme las espaldas en caso de que vayan mal los exámenes, o quizás necesito impulsarme de nuevo poco a poco en la rutina diaria y seguir siendo una persona activa y no un vegetal veraniego.

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