2 oct 2010

Vivencias de un Erasmus

Me gusta más empezar a escribir sin saber el título de lo que voy a escribir, porque así no tengo un pensamiento claro de lo que quiero contar y me puedo dejar llevar. No tengo que ir ordenando pensamientos, colocándolos uno a uno para que sean comprensibles. Cuando no sé que contar no hay un orden que pueda aplicar y, por tanto, por el que preocuparme. En definitiva, me gusta despreocuparme, incluso cuando considero que soy bastante consciente de los problemas que me rodean.

En definitiva, he empezado el Erasmus sin preocupaciones. He empezado como acabé el verano, tranquilo, dispuesto a comerme el mundo o a intentarlo y sin nada que perder. Todo va bien. Inicié el viaje en carretera, dos días conduciendo con la música invadiendo mis oidos. Mis oidos y los de mi compañero de viaje sin el que seguramente no me habría atrevido a hacer mi primer inicio en la emancipación. Paisaje, paisaje, paisaje. Recuerdos de gasolineras, montañas, llanuras, rios, autovías, camiones, un puente mientras sonaba Hurt, de Johny Cash. Lo haría eternamente. Viajaría sin rumbo por el mundo entero, guiando el volante por donde YO quisiera. Lamentáblemente el viaje acabó y llegamos a Amberes

Amberes! comenzamos a movernos por la ciudad, a conocerla poco a poco y a investigar qué nos ofrecía. Nos perdimos, andamos de un lado a otro, nos reimos, conocimos gente y buscamos piso. Mi compañero de andanzas también había llegado a la ciudad y los tres, Vila (que tendría que volverse), Pablo (que se quedaría aquí atrapado conmigo) y yo (que estoy aquí también) iniciamos la primera semana. No me gusta poder resumir una semana en sólo unas líneas. Si te paras a respirar el suficiente tiempo podrías redactar la genialidad de cada suspiro, la repetición y la esencia de su genialidad. Sin embargo a veces toca avanzar y conseguir expresar algunos hechos más "importantes" (aunque quién demonios sabe lo que es importante). Encontramos piso. Ni por inmobiliaria, ni por internet, ni preguntando... por casualidad. Las cosas a veces suceden porque sí. El hombre que nos lo alquila trabaja en el albergue y, sinceramente, no me fio un pelo de él.

Pero firmamos un contrato y tuvimos que irnos a Bruselas a vivir hasta que pudieramos entrar al piso. Allí vivimos en casa de la novia de mi primo durante algo más de una semana. Vuelta a empezar, a conocer la ciudad, perdernos, conocer gente, vivir más aventuras. Y aquí de ocupa. Nos trataron tan bien que el agradecimiento que siento no lo puedo expresar. Aunque como siempre, pasó algo mal. Siempre nos sale algo mal, algún problema que nos toca resolver. Y no me alegro, no porque crea que los problemas tengan su vertiente positiva, son una putada. Me alegro porque hasta ahora siempre los resolvemos. En fín, tuvimos que recoger el coche de la grua, pelear contra la burocracia belga e ir al depósito donde Cristo perdió el mechero.

Al final conseguimos el piso, volvimos a Amberes y empezamos a remodelarlo. Lo primero fue tirar toda la mierda que habia. Decoración horrorosa, mugre en algunos armarios, reordenar los muebles. Todos los muebles los hemos movido. Todos. Claro, que tocó viajar a Ikea. Habría estado bien si tuvieran todo lo que queríamos, como siempre nos tocó buscarnos la vida y seguir buscando unos biombos. Esos biombos que encontramos al día siguiente nos tocó portarlos por media ciudad ( y acabar valdados) y hacer bricolage con ellos para poder darles estabilidad. Me siento orgulloso de trabajar con mis propias manos, aunque sea para colgar un espejo, o inventarnos unas patas para un biombo. Y el piso ha quedado genial.

El piso, como no, nos ha dado problemas. A mi el primer dia, picaduras por todos lados. De hecho una araña me picó un ojo, y con eso se ganó mi enemistad y mi animalismo. Me encanta poder volverme salvaje, y además ganar. Una noche en vela esperando a que apareciera, pero conseguí cargarme a la araña y, hasta ahora, no ha vuelto. La cocina hace saltar el diferencial, con lo que sobrevivimos a base de un horno y, para rematar, hoy he visto un ratoncillo. Aquí va a haber sangre, humana o de roedor, pero defenderé mi nuevo hogar.

Y en fin, pasan cosas siempre. Hacemos amigos y mi nuevo compañero de piso y yo nos vamos conociendo poco a poco. Espero muchas cosas de este Erasmus, aunque creo que no se me quitará la cara por la que todo el mundo me pido o me ofrece droga. Sea como sea, tenía ganas de resumir estos primeros días para cuando se me hayan olvidado. Algún dia esto se acabará y no quedará nada por decir, y mis batallitas serán como las de la mili de mi padre. Mis padres, mi familia y mis amigos están muy lejos, pero los siento cerca de mí. Prometo un abrazo cuando vuelva, si vuelvo (que nunca se sabe)

2 comentarios:

  1. Pablo! Hacia tiempo que no entraba en tu blog, y que sorpresa tu actualizacion. Es genial que nos cuentes tu erasmus, y de esta forma tan original. Me ha encantado!!! Y una cosa te digo, no mates la fauna autoctona. La señora araña te puede convertir en un superheroe (sigues usando gafas?) y el raton... al raton le metes en una bola y a rodar!
    Eso si, como no vuelvas en navidad a la chocolatada valoriana, para contarnos tus anecdotas, te enteras.
    Un beso!

    ResponderEliminar
  2. hmmm has oido hablar del chocolate belga? =D!

    ResponderEliminar